Sueño Infinito - Retomando a Covey - El Poder Persona Parte I

Tener poder implica una gran responsabilidad y la necesidad de un desarrollo importante de la conciencia, ya que este manejo de poder puede ocasionar muchos beneficios para las personas o afectar de mala manera a muchos otros. El desarrollo del poder y de la influencia debe estar necesariamente ligado, al desarrollo de la persona en otros aspectos que incluyen la visión y los principios éticos. En tiempos de turbulencia, dónde las personas buscan desenfrenadamente sus caminos y se ven seducidos por la “cultura Light” y el éxito fácil, es importante retomar algunos conceptos que Stephen Covey nos propone como un camino para lograr ese crecimiento como personas, ese desarrollo como seres humanos integrales y principalmente, ese respeto a principios universales que protegen a la raza humana de una anunciada decadencia.

Primeramente, Covey establece la distinción entre la ética del Carácter y la ética de la personalidad. En sus investigaciones sobre pensamientos y actuares de éxito en los Estados Unidos desde 1776, encontró que desde aquellos remotos tiempos, hasta hace aproximadamente 1950, las “filosofía” de éxito y de crecimiento, el pensamiento de desarrollo, estaba fundamentado en algo qué denominó “la ética del carácter”, y que estaba construido a partir de principios eternos y universales que incluían “la integridad, la humildad, la fidelidad, la mesura, el valor, la justicia, la paciencia, el esfuerzo ,la simplicidad y la modestia”*. Como podemos imaginar, las personas transitaban por esta enseñanza durante toda su vida, el honor era enseñado en casa, en las universidades, y se reflejaba en los actos de las personas y la sociedad, esto era un proceso largo y lento, pero con bases sólidas que servían para “sostener” a al individuo y por ende, a la sociedad, a través de cualquier reto y de los avatares de la historia. Los resultados son conocidos, una sociedad prospera económicamente, que en su momento construyó ideales de democracia, libertad, justicia, igualdad, conocimiento y más.

“La ética del carácter enseñaba que existen principios básicos para vivir con eficacia, y que las personas solo pueden experimentar un verdadero éxito y una felicidad duradera cuando aprenden esos principios y los integran a su carácter básico”^*
Desafortunadamente, los últimos 50 años los encontró con una variante en cuanto a la concepción del éxito de las personas, con asombro apareció una transición de esta ética del carácter, que nos llevaba a prosperar con la base de principios eternos y universales, a una forma de tener el éxito mucho más sencilla y rápida, repentinamente se habían retomado algunas sencillas técnicas para que de manera veloz y “sin complicaciones” las personas tuvieran acceso al éxito fácil. “En esta nueva forma de hacer las cosas “el éxito pasó a ser más una función de la personalidad, de la imagen pública, de las actitudes y la conducta, habilidades y técnicas que hacen funcionar los procesos de la interacción humana. La ética de la personalidad, en lo esencial, tomó dos sendas: una, la de las técnicas de relaciones públicas y humanas, y otra, la actitud mental positiva (AMP). Algo de esta filosofía se expresaba en máximas inspiradoras y a veces válidas, como por ejemplo “Tu actitud determina tu altitud” “La sonrisa hace más amigos que el ceño fruncido” y “La mente humana puede lograr todo lo que concibe y cree”.

Muchas técnicas llegaron a degenerarse en simple manipulación, en la mentira y el engaño. Era más fácil fingir interés por otros que realmente desarrollar la capacidad de escuchar o entender a otras personas, o hacer crecer la virtud de la paciencia y de regalar tiempo de calidad a otros. Muchas veces es más fácil aprender a hablar con seductoras palabras, que a controlar los arranques del espíritu y el deseo, que no necesariamente nos llevan a motivaciones correctas.

Definitivamente todas estas formas de pensar y de actuar, ayudan al crecimiento y al desarrollo humano de la persona, el problema es que ninguna de estas actitudes esté fundamentada en principios reales, ¿de que nos sirve una gran sonrisa, pero manipuladora?, ¿tiene mucho sentido el que una persona finja interesarse por la otra? con el principal objeto de influir sobre ella y conseguir algo. Encuentro que en estos tiempos, muchas personas están optando por las soluciones sencillas, rápidas y sin esfuerzo, tomamos las recetas de “adelgace sin ejercicio y sin dietas” o “aprenda Inglés sin hacer tarea”. Parece ser que se nos vende la idea que es más agradable llegar a la meta o al final del camino, en lugar de “disfrutar de todo el trayecto”. Preocupante es que vayamos cambiando nuestra manera de pensar y creencias en el sentido de rechazar conceptos fundamentales para el progreso del ser humano, como por ejemplo el trabajo honrado y con gusto, el sentido de hacer las cosas bien y con cariño, el ser puntual, es perseverar y esforzarse, el tener entusiasmo. Sería una pena que permitiéramos la sustitución de estos valores y principios por campañas mediáticas e ideas que promulgan lo fácil y rápido.

En tiempos en que se abusa del poder, en el que se cae demasiado fácil en el arte de satisfacer los caprichos propios, en momentos en que el desarrollo de la conciencia parece ser una disciplina pasada de moda y obsoleta, es fundamental considerar el desarrollo del carácter de cada uno de nosotros, esta será nuestra principal arma para afrontar los caminos de una vida llena de retos, dificultades y oportunidades. El fundamentar este carácter en principios eternos y universales nos permite elegir entre cimientos firmes de vida, o pensamientos y actitudes vacías.

*Stephen Covey, Los 7 Hábitos de la Gente Eficaz, ed. Paidós